En 1628, el médico británico William Harvey descubrió la circulación de la sangre, sentando las bases para futuros estudios sobre transfusión sanguínea. En 1818, el obstetra británico James Blundell realizó con éxito la primera transfusión de sangre humana. Desde entonces, las transfusiones de sangre se han convertido en rutina en la práctica médica.
Sin embargo, en el siglo XXI, nuevas investigaciones revelaron la acuciante necesidad de cambiar el enfoque de la medicina transfusional. En 2005, el hematólogo australiano profesor James Isbister acuñó el término Patient Blood Management (PBM), reconociendo que el énfasis debe estar en la gestión y preservación de la propia sangre del paciente en lugar de depender exclusivamente de los productos sanguíneos. Según la Sociedad para el Avance de la Gestión de la Sangre del Paciente (SABM), la gestión de la sangre del paciente es un enfoque centrado en el paciente en el que todo el equipo sanitario coordina esfuerzos para mejorar los resultados mediante la gestión y conservación de la propia sangre del paciente.
Según SABM: "¡La transfusión de sangre es costosa! Aunque la transfusión de sangre es más segura que nunca, sigue habiendo graves riesgos para la salud. Las pruebas demuestran que los resultados de los pacientes son mejores cuando se reducen las transfusiones. Los riesgos documentados incluyen reacciones a la transfusión potencialmente mortales, lesión pulmonar aguda, cambios en el sistema inmunitario que pueden provocar un aumento de la tasa de infecciones y sobrecarga circulatoria." El uso inadecuado de transfusiones de sangre es una preocupación común. Además, la PBM satisface la creciente necesidad de proporcionar atención médica y quirúrgica moderna a personas que se oponen a las transfusiones por motivos religiosos.
Según el SABM, el coste medio de transfundir una unidad de glóbulos rojos es de $1.200. Estudios recientes indican que hasta 50% de las transfusiones pueden ser innecesarias, lo que supone un coste para la sociedad de $8.400 millones de dólares anuales, sin contar las complicaciones. A medida que la población envejece, se prevé que la demanda de sangre supere a la oferta. Además, los pacientes que reciben transfusiones suelen permanecer más tiempo en el hospital, lo que aumenta aún más los costes sanitarios.
El PBM incluye varias estrategias destinadas a reducir las transfusiones innecesarias y mejorar los resultados de los pacientes:
1.
Esto incluye limitar las extracciones de sangre, realizar cirugías meticulosas y utilizar medicamentos que favorezcan la coagulación.
2.
Medicamentos como la eritropoyetina, el hierro, la vitamina C, la vitamina B12 y el ácido fólico pueden ayudar a aumentar la producción de sangre.
3.
En algunos casos, la reposición de líquidos y el oxígeno suplementario pueden ayudar a los pacientes a tolerar niveles más bajos de hemoglobina, reduciendo la necesidad de transfusiones.
4.
Utilización de la propia sangre del paciente mediante técnicas como el rescate sanguíneo y la hemodilución para evitar transfusiones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) subraya la urgente necesidad de implantar la gestión de la sangre del paciente en todo el mundo. La Semana de Concienciación sobre la Gestión Sanguínea del Paciente se creó para educar a pacientes, profesionales sanitarios y público en general sobre los beneficios de la GSP, entre los que se incluyen:
Si está interesado en saber más sobre PBM, consulte a su médico. Todas las personas merecen la mejor atención posible, y comprender y tomar decisiones informadas sobre los tratamientos médicos es una parte importante de ese proceso.